A mayor tecnología, mayor necesidad de contacto entre las personas.

Son frecuentes en los últimos tiempos los artículos y supuestos expertos que alertan sobre la invasión tecnológica y de cómo la dependencia de las redes sociales y la tecnología está anulando poco a poco la profundidad y consistencia de las relaciones humanas cara a cara.

Como si se tratara de una epidemia del que tengamos que protegernos y prevenir.

¿Es realmente malo el hecho de que las relaciones virtuales estén suplantando a las reales?

¿Nos llevará la tecnología a empobrecer nuestra capacidad de relacionarnos?

¿Dejarán de importarnos las personas que tenemos delante y acabaremos prestando más atención a las pantallas de los smartphones?

Para contestar a estas preguntas, hemos de hacer ante todo otra pregunta… ¿Qué son las relaciones virtuales? ¿Acaso una relación o interacción vía redes sociales no puede considerarse a todos los efectos una relación o comunicación real y plena?

¡Claro que sí! Tan real que si no fuera así, no existirían delitos como el acoso o la difamación por internet.
Entonces ¿Por qué el ser humano tiene tanta resistencia a las relaciones e interacciones a través de dispositivos tecnológicos?

¿Será tal vez por el alto poder adictivo?

Seamos francos: ¿Acaso las relaciones que se basan en el contacto físico no tienen el mismo potencial de adicción?

¡Claro que sí! De hecho, preguntémonos que es lo que nos pasa cuando extrañamos a una persona y el contacto físico con ella. Preguntémonos de que manera cambia nuestra conducta cuando echamos de menos hacer el amor con alguien o simplemente tener relaciones sexuales: cambia tanto que nos volvemos más primitivos y directos en nuestra aproximación con las personas que nos resulten atractivas, hacemos más el ridículo y perdemos el sentido de la vergüenza.

¿Acaso no existen relaciones físicas entre personas que son adictivas? Tan adictivas que estamos dispuestos a considerar que la relación cara a cara es “lo correcto”, frente a la relación a través de un dispositivo.

Este es el real motivo por el que acabamos considerando que las relaciones a través de dispositivos son peores: es el hecho de que ya estamos enganchados a otra “droga” que es la relación física. Esto es lo que nos hace pensar que pasar 4 horas al día pegado a móvil interactuando a través de redes sociales y watsapp sea malo.

Sin embargo hemos de considerar toda una serie de ventajas que ofrecen estos dispositivos, a la vez que una serie de limitaciones que no queremos ver de las relaciones con las personas con las que tenemos cercanía física. Hay muchas personas que en su entorno físico más inmediato no encuentran a otras personas con quienes compartir sus intereses, pasiones e ilusiones. Se sienten solas en una isla física que limita y condiciona sus posibilidades de desarrollar relaciones plenas con los demás.

Las redes sociales están permitiendo que las personas con intereses, necesidades y afinidades, se encuentre con mayor facilidad. Solo basta ver los resultados de las apps y portales de contactos como Meetic, e-Darling, Ashley Madison, Badoo, o POF. En el caso de Ashley Madison, este portal se ha especializado en citas discretas para relaciones extramatrimoniales, permitiendo que personas que comparten situaciones matrimoniales que a las que no quieren poner fin legal, por la razón que fuera, puedan encontrarse y satisfacer necesidades que se encuentran atrapadas en la relación con sus respectivos cónyuges. Y esos portales están frecuentados tanto por hombres como por mujeres.

Esto viene a proponernos una evidencia paradójica que todavía nos resistimos en aceptar: curiosamente, a mayor avance e implantación tecnológica, corresponde mayor necesidad de contacto personal.

La historia nos ha demostrado que cuanta más tecnología nos rodea, más se hace necesario y patente el deseo de unión y comunicación entre personas. El teléfono, la radio y la televisión en el siglo pasado, nacieron para satisfacer la necesidad de unión y contacto entre las personas, debido a los avances tecnológicos de la segunda revolución industrial. Los móviles no hicieron más que incrementar el número de interacciones entre seres humanos, así como el tiempo que dedicamos hoy a la comunicación. Los smartphones, y teléfonos de última generación, por mucho que nos parezca que nos llevan a “aislarnos apegándonos a una pantallita”, no hacen más que ampliar exponencialmente el número de personas con las que nos relacionamos a diario.

Estos ejemplos nos demuestran la paradoja de que cuanto más el ser humano se rodea tecnología y automatismos, si bien es posible que pierda la capacidad de generar confianza y relacionarse a un nivel profundo, curiosamente, esa misma pérdida, le genera la vez una mayor necesidad de contacto e interrelación con otros seres humanos.

Se prevé que las personas en el futuro mostraremos una mayor necesidad de contacto físico y de comprensión profunda de las emociones. Y que esto nos llevará a desarrollar más relaciones. La historia de la psicología no es más que una prueba de ello: esta ciencia, de hecho, nació en la era industrial convirtiéndose en profesión cada vez más demandada y necesaria en las sociedades más avanzadas e industrializadas, hecho que no ocurría en las sociedades más rurales. El ser humano de la época en la que se vivía en las aldeas, no necesitaba de este tipo de profesionales. A mayor industrialización, mayor necesidad de apoyo y comprensión de las necesidades humanas y emocionales y, por ende, mayores relaciones.

En definitiva, la tecnología es solo un medio a través del cual podemos canalizar, desarrollar y también cultivar, relaciones más plenas y completas.

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